Friday, February 16, 2007

SANGRE NADA

B L I T T O T O R R E

S A N G R E N A D A









Para Asunción Esparza Monti:
Quien fue mi pionera y precursora tratando siempre de germinar en mi, la disposición de revelarme con corrección y eficacia, embelleciendo la manifestación de mis conceptos y concediéndole a mi estilo el efecto necesario para deleitar, persuadir y conmover.
Impulsándome siempre a leer, mas y mas…
Me reverencio ante ti siempre, Tía Negra, “Tita” querida.





Pintura de Tapa:
Henry Darger - In The Realms of The UnrealBy John M. MacGregorDelano Greenidge Editions, New York, numerous black-and-white and
color reproductions, 720 pages, 2002. ISBN-0-929445-15-5


Copyright 2007 – BLITTO – SANGRE NADA
















(…)
No vayas a mi tumba y llores
Pues no estoy ahí
Yo no duermo
Soy un millar de vientos que soplan
El brillo de un diamante en la nieve
La luz del sol sobre el grano maduro
La suave lluvia de verano
En el silencio delicado del amanecer
Soy un ave rapida en vuelo
No vayas a mi tumba y llores
No estoy ahí
Yo no mori.
(Indio americano anónimo)
(…)

La madre traía al niño a la luna clara A la sombra del nogal y del viejo saúco Ebria del zumo de la adormidera
(…)
Georg Trakl “Sebastián en sueños”.




Encarnaba sus uñas en las más insondables raíces de sus molares, excavando con intensa fuerza la epidermis de sus cutículas contra las encías. Raspaba y legraba pero no manaba nada, la intención no era que surja algo, ni mucho menos: sangre nada. ¿Lo hacia por inercia?, quizás si. Era un impulso dirigido y estimulado por sinapsis neuronales que transportaban recuerdos de sueños angustiosos y temerosos.
La preocupación grave y continua permanecía inmóvil, tan estática que desanalogamente parecía un tsunami dentro de su cabeza. La cama estaba tibia, era como un Sanedrín juzgando su ánima, conservaba el calor de su tegumento húmedo y sudado.
Inesperadamente se asomo de entre sus dedos un halo de baba espesa y parda. La sujetó en la yema del pulgar y la llevó hasta su nariz.
El putrefacto olor se asemejaba al aliento que se emanaba al besar a: ¿su novio? Ireneo Podría definirse como un recuerdo escatológicamente soez y vulgar, pero no fue ni más ni menos ordinario ni pedestre que el recuerdo que puede proporcionar la simple y perfecta maravilla universal.

Todo tiene su sentido escatológico, los besos, las válvulas de escape, el sonido de la baba acuática de un manantial al golpear gota a gota, atolondrada y torrencialmente, sobre una roca al final de la cascada. El trueno anal, o el trueno del firmamento celestial. Todo el concierto universal carga un sentido escatológico. Pero Dina no subrayaba esa apariencia, ni mucho menos le venia a su cabeza todo ese alegórico y amalgamico análisis. Simplemente observaba la liliputiense saliva que amortiguaba el recuerdo de ese ósculo con Ireneo.

Envanecidamente, desplazo su palma salivada por entre las sabanas llegando hasta su pelvis. Estacionándose debajo de su matriz vaginal. De ese modo entabló una conexión entre sus dedos y su recónditos y abismales conductos hembraicos, inaugurando su virginidad con leves meneos de onanismo y de colosal paja.
Cetrina, era el color de los líquidos que derramaba su delicada fontana femenil.
Escarlata, era el color del siguiente licor afeminado que manaba también de su codicioso y aun no galardonado por un macho, clítoris casi de carey.
Renegridas, eran las mantas que enredaban su cuerpo, que atolondradamente erupcionaban el elixir de la candida lozanía. Como desde un volcán, la escoria y los desechos beatíficos de la pubertad estallaron hacia afuera de su vagina, con un vehemencial aliento a abismo, con un ímpetu casto. Culminación.

Envuelto en la alfombra melenuda y albina, se arrebujaba el Michi, como Dina lo llamaba. El hocico del animal subía y bajaba registrando enardecientemente las esencias de putrefacción que emanaba el diente de la niña con la liana de baba, combinadas con la fragancia sicalíptica de su cuerpo.

El efusivo verano se asomaba por la ventana, era tan estival el calor, que engendraba tácitamente una especie de humareda asfáltica, que ahondaba entre la madera de la puerta, de ciento cinco años de antigüedad, de la Alcoba. Una orquestal composición de olores: el de un budín de pan sosegado sobre una ventana vecina mezclado con el calor de válvulas de escape y cremas bronceadoras de la muchedumbre que desfilaba hacia la ribera.
Las damas se ejercían con delfinoterapia en las piscinas contiguas al mar. Los hombres surfeaban deslizando sus tablas encima de las salvajes oleadas caribeñas. Las mujeres más vetustas se lamentaban por las ronchas que les elaboraban sobre el cutis, algún que otro jején, en un idioma casi copto o kunrei-shiki:
- A mi, ninguno me pica, pero este año, parece que no me perdonó ninguno – dilucidaba una de las abuelas, debajo de un parasol.
Las criaturas lengüeteaban sus gélidos y cónicos helados. Los perros se aligeraban en minúsculas jaurías detrás de las gaviotas. En los parajes costeros sonaban bossas impecables. Todo parecía una festividad.
Ni los arrecifes, ni los acantilados se amedrentaban por el amenazante oleaje marítimo que se meneaba sobre ellos. En la lejanía las barcas pesqueras se dormitaban sobre el tórrido océano espejismal que les concedía algún que otro escaso molusco.

Dina continuaba dormitándose después del apogeo. Las remembranzas en cuanto a Ireneo, no la hechizaban más.
Dina sabía perfectamente que nada fallaría. Ella sabía que nada era una petición de ayuda. Ni su última masturbación, ni la osada decisión que tenia entre manos la dejaría consumada.
- Es mejor confrontar el Cenit en el lecho de una misma – armonizaba.

¿Hacía falta que alguien entienda sus gestos y sus tentativas? Dina no contaba con nadie a quien hacerle notar esos comportamientos.
El amor nunca se albergó en ella. La prisión no la atemorizaba. Su calabozo interno era más sombrío que cualquier cárcel. Su celda se divisaba, sin querer frente a esa jovial y bulliciosa ribera, en una remota casona de piedras, con un vestíbulo engalanado por conchillas. Las excreciones de Michi no eran forasteras para ese salado suelo de conchillas marinas.

Sus endorfinas parecían estar amodorradas. Dina atesoraba un cautivador tabernáculo de narcóticos en un dispensario junto a su litera. Había armado su sagrario de estupefacientes con la contribución afable de Unos mancebos de su reciente ambiente insular. En el momento que Dina abordo la isla con su Michi, el lugar parecía pacifico, quizás lo era, pero su cabeza no. Nunca pudo huir de su cabeza, ni su cabeza de ella, porque las dos son una sola cosa.
Dina se deleitaba en su altar acondicionado para dar comienzo a la ceremonia.
Comenzó a excitarse. La cama la sosegaba tanto que la perturbaba y alienaba. Llevándola por algunos instantes al pasado. No quiso recordar nada, por lo que bebió un vaso de whisky con medio blister de Clonazepam – Rivotril.

* * *

¿Paja autodestructiva? Lejos de serlo. Él no aguardaría nunca en el bar por Dina, él siempre con su vehiculo descapotable estacionado en el bulevar. Ella se maquillaría con rimel en los labios, luego se colocaría aceite de bebe para adherirse las púrpurinas. Evidenciaría una ceja teñida de fucsia y el cabello tostocado, turbulento hacia cualquier lugar.
- ¿Qué es lo que les da derecho a pensar que la loca soy yo y no ellos? ¿Por teñirme una ceja de rosa? Tranquilamente ellos podrían ser los perturbados y les es más sencillo asegurar que la desequilibrada soy yo, quisiera comprender: ¿Por qué Creen que la chiflada soy yo? ¿Qué es lo que hace que ellos no sean locos tampoco? Dame la respuesta… - solía preguntarse habitualmente de cara al espejo.
Idolatraba a las monumentales figuras anglosajonicas. Las divas punks.

Bebería un vodka pastoso de un saque y se subiría a un taxi hasta el bar donde creería que Ireneo, esperaría por ella. Él, paranoicamente repartiría y abriría papelitos de sus bolsillos y se los proporcionaría a la gente. La besaría esperanzándola prometedoramente. Dina danzaría sobre una barra y cuando el dueño del bar le diera el micrófono, ella vomitaría y se iría. Él la alcanzaría, la subiría a su auto, la besuquearía y luego pretendería empotrarle sus dedos. Dina se opondría. Él se resignaría y la agasajaría con esa nieve química que llevaría en los bolsillos. Ella inhalaría por sus orificios toda la nieve. Ni dulce, ni salada, tampoco se trataría de eso, no le daría sed solo un poco de avidez. Como si se acabase de levantar. Las mil y una horas de la noche y su cuerpo con todo el tenso día a cuestas. Luego las articulaciones adormecidas y los dedos insensibilizados. El corazón como un Transformador de 2.20 en un electrodoméstico de 110. Dina necesitaría aspirar más, pues de esa forma lo haría pero eso la aliviaría por diez minutos no más, luego volvería todo multiplicado, entonces volvería a tomar. Ireneo le daría todo, y de esa forma aprovecharía para tocarla un poco más.
Ella, muy pequeña, no mas de quince.
A él le resultaría más excitante su edad, pero a ella le darían miedo los ojos del sujeto, de su chico, de ese dealer, Ireneo: ¿Su Novio? Dina vomitaría el vodka sobre una planta de aloe vera y el dueño del bar le gritaría desde adentro. Ella se recostaría sobre el asiento del vehiculo y caería en la vereda. Surgirían de sus omoplatos unas grandes alas, como de mariposa, infestadas de feromonas. Dina comenzaría a volar, volaría a toda velocidad. Él, desde el auto la observaría y manejaría a toda velocidad acercándose a una villa. Sus alas crecerían. La policía parecería estar en cada esquina, Dina lo besaría y pasarían desapercibidos como unos pareGILES. En otra de las esquinas él le rogaría en un tono desdeñoso que juegue con su brazo musculoso, ella se lo acariciaría y el policía miraría por la ventana del auto y los dejaría continuar. Al aproximarse a una villa, Dina saltaría amedrentada del asiento, sin poder ocultar sus alas, querría volver a su casa con abuela Hedisa, pero no sabría el camino. Emprendería un vuelo perecedero y empinado, elevándose y planeando por una frondosidad abarrotada de eucaliptos. Los reconocería, no porque dominase el arte de la herboristería, sino porque al probar pararse sobre cada punta de cada árbol, ella distinguiría el suelo desde muy alto, a lo lejos.

¡Vértigo! La sustancia que llevaría por dentro la aceleraría y le haría tomar más velocidad.


Volaría entre extraordinarias chimeneas de fabricas abandonadas, como quince mil chimeneas, una al lado de la otra, de ladrillos y muy altas, abajo estaría lleno de cartoneros pernoctando. Ella bien a lo alto como para no advertirse con el aletear de sus alas.
Volaría con impaciencia para aislarse de aquel sujeto, que casi ni conocería y esforzándose por arribar en su casa, en una viga vería un cartel abandonado con el nombre de su calle, según la altura Dina se encontraría a metros nomás de su hogar, pero el cartel no estaría en una esquina, sino sobre una viga que volaría por un cielo gris, sostenida de la nada.
Ella descendería de los cielos y colisionaría contra un pantano lleno de mujeres bronceadas que reposarían con pepinos claveteados en las pupilas. Dina bramaría sobresaltada pero las mujeres ni se inmutarían, dos ancianas hablarían de picaduras de jejenes y ese tipo de cosas. Niños no habría, animales menos. El mar seria de color sangre, el olor del mar seria como el

De un coagulante. Dina se sumergiría en la “sangre nada” del mar, y en la sangre nadaría.


* * *

Michi se abalanzo sobre su espalda, Dina lo zamarreó y se despertó alarmada. Afianzó su palma como una garra, reciamente sobre la botella de whisky al lado suyo. Simultáneamente se frotaba la entrepierna que burbujeaba destemplanzas de humedad. La botella se consumó en un santiamén. A ella no le importaba. Tomo un cántaro con restos de ron. Deglutía insaciablemente un blister entero de amargos comprimidos de codeína. El dolor parecía apaciguarse exquisitamente. Desplegó su brazo hacia el dorso de Michi, quien lamía su muñeca derecha, en la cual ella lo lleva tatuado.

Las palpitaciones pulsaban bastante descorazonadas como si el vuelo hubiese sido real, tan real que ella creería que alguna vez sucedió, con diferentes características y quizás sin alas. El speedball afila sus consecuencias de efectividad perniciosas. El pánico la Irrumpía aturdiéndola. ¡Incoherencia!
Su visión se tornaba borrosa, y su confusión se intensificaba en menos de cinco minutos. Por lo que se atrevió a erguirse a la cuenta de tres, y tantear en una taza gigante de loza, algunos papeles de plata que le proporcionó uno de los bañeros que solía pasar a saludara, cuando ella se trasladó desde la metrópolis hacia ese isleño paraíso forastero.

Su respiración se iba como abollando sosegadamente. La metadona se albergó en su cerebelo aferrándose a los receptores Mu y Kapa, provocándole analgesia y deprimiendo sus jadeos.
- Mamá se ausentó demasiado tiempo atrás. Añoraría recordarla al menos. La vida y su partida en mi primate edad aguillotinaron cualquier tipo de memoria de ella que haya podido brotar en lo más recóndito de mí ser. Ni siquiera conocí su frescura, ni su aura, ni su rostro, ni descubrí jamás la coloración de su sangre al lastimarse. Sólo tengo una foto de su casamiento. Mi abuela Hedisa rumoreaba que mamá cada tanto ahorraba algo de dinero para efluviarse por todas sus partes: Channel N° 5.
Conservo un íntimo vestigio, un cofre con sus cenizas y una carta plegada con su concerniente caligrafía, en la cual solicitaba que la arrojen desde el sitio más prominente de una Isla, hacia la bahía más templada. Ayer me encamine para culminar con su deseo. Ha sido mi última excursión y derramé sus cenizas, que tropezaron al caer con el jugo salado marino. La profundidad del mar parecía aguardar ambiciosamente las moléculas del polvo, como si hubiese estado esperando por años para atiborrarse a mi madre transmutada en una pavesa casi residual. Se largó eternamente el último rastro de mi madre, tragado y digerido por el mar. El océano se percibía como una enorme bocaza abierta de un pez hambriento. Satisfice su última aspiración o el deseo de quien haya escrito esa carta ¿Mi mamá?-.


* * *

Los fármacos la exasperaban aun más, el insomnio es reiteraba severamente. Los espasmos retorcían sus articulaciones como agujas que estallaban desde su cuerpo hacia el exterior, incrustándola contra las sabanas, como el utópico y ambiguo personaje giganto-pígmeo de Swift. Efectivamente se sentía como Gulliver, entre las misteriosas y alegóricas orbes.
- Pausadamente comprendí que debo ir más alto que mi cabeza (Intelecto, razón, pensamientos, inteligencia, cerebro, sensaciones, etc.) ¿Por qué es que incesantemente me zambullo por debajo de ella? Si mi cabeza soy yo. ¿Podré controlarla o al menos entenderla? Debería albergarme por encima de ella, Quizás de esa forma consiga descifrarme, y deducir a mi corazón (emociones, sentimientos, etc.) ¡Alma!
Me Hallo excesivamente desmesurada como para subir tan alto sin saber lo que pueda suceder allí arriba ¿Por curiosidad? En principio prefiero descubrir que hay más allá de esta tosca realidad humana.


Los efectos psicoactivos dentro de su cabeza eran minúsculos comparados con el lugar donde se encontraba todo su ser en ese instante, instante casi eterno. Un hilo de sangre chorreaba desde su nariz. Dina quería un final limpio, sin sangre, contemplaba el chorro líquido de la sangre y se repetía:
- Limpieza, todo esta limpio en mí, Sangre Nada.

A duras penas movía su espalda de la cama e intentaba sumergir su nariz en otra sustancia volátil. La dosis excesiva de medicamentos, no dejo que llegue a la mesa de luz donde había una gordota línea blanca, parecida a su excéntrico padre llamado Jefté, en el día de su casamiento, donde lució un traje blanco en compossé con su futura esposa.

- Con papá tuve una tórrida relación. La última vez que lo vi fue en la urbe hace dos meses, por suerte después de muchos años no lo volví a ver. Ni lo volveré a ver más, no se en que andará o que será de su vida. Él tenía una obsesión conmigo cada vez que me veía, de niña me invitaba a ducharme con él, ideando cualquier excusa. Papá se cuidaba su cuerpo yendo al gym tres veces por semana, un cuerpo muy definido. Tenía vello espeso desde el pecho hasta la pelvis y a partir de allí un rabo descomunal, para mí.
Un sábado en que la abuela Hedisa asistió a la iglesia, entré al baño y lo encontré oliendo mis bombachas sudadas como si fueran un tesoro y masturbándose por debajo de sus calzoncillos. Me miro y me dijo: - Todos los hombres necesitamos una alegría de tanto en tanto – no pude apartar la vista, con la respiración entrecortada veía a mi padre: Jefté, mirándome con una sonrisa en los labios. Me tomo del codo y empezó a meter su mano por el elástico de mi falda masajeando mi matriz. – Hija solo quiero inspeccionarte, hace mucho que no te veo, desde casi cuando niña, tu abuela siempre se tomo el atrevimiento de cambiarte tus prendas, nunca lo pude hacer yo, ahora es mi turno –.
Metía un par de dedos en mi culo, yo continuaba parada en la puerta del baño y él, desnudo, desarrollaba la escena en silencio. Mi respiración se entrecortaba cada vez más, la situación era suya: - Bajate la pollera hija, para que pueda hacerlo mejor –. Obedecí con lágrimas en los ojos, quería derramarle el polvo de mi mamá en su cara, esos corpúsculos que conservaba mi abuela Hedisa en un cofre.
- ¿Te gusta, papa? – le dije sollozando
- No te preocupes, papá sólo te esta conociendo mejor – me respondió. – Estoy en mi derecho, al fin y al cabo tu cuerpo es un poquito mío también, yo te lo cree –. Los nervios me apabullaron y quería evaporarme.
Me subió la pollera, me agarró por la espalda y me dijo:
- Quiero que me hagas lo mismo, como te acabo de enseñar.
Me llevo a la cama, y en el trayecto me confeso que hacia tiempo que le excitaba. Cuando me veía jugar al jockey en la liga del instituto se ponía como una moto.
Comencé a llorar pero su cuerpo gigante no me daba opción para salir corriendo, cuando me metió en el cuarto intente frenarlo en la entrada agarrándome de los vértices de la puerta, pero eso parecía excitarlo mas.
- Hija, ahora esos aromas tuyos volverán a mí, no morirán en la nada, como tu mama. Ahora todo tu sabor será mío y mis aromas tuyos, quiero volver a conocer cada centímetro de tu piel, quiero sellar con mi semen y tu sangre esta relación fraternal -.
- ¡Sangre nada, papá! – le grite compungida.
En ese instante entró mi abuela Hedisa, socorriéndome de esa situación. Jefté esta preso y yo, en mi propia celda, cada uno vive sus caos, yo ya no quiero vivir más en este purgatorio.


* * *

Un último hilo fino de cocaína rebosaba desde su nariz enredado entre sangre coagulada, su cuerpo ya no vibraba, pareciese como si la droga realmente cumplió con su promesa de inhibidora de hambre, sed y cansancio. Cansancio de VIDA.
El narcótico expiró en el labio inferior de Dina. Las contusiones repletas de plasma en su nariz se atolondraban por salir como magma de un volcán e introducirse en las bocas de ella, en sus dos bocas. Su vida se declinaba sobre la cama, en esa alejada isla. La paranoia ya no la afectaría más. Sucumbió el embriagamiento tipo coctelera de experiencias y sobredosificaciones toxicas. La sangre peregrinaba aguijoneantemente a través de sus venas como si fuese un insecto encarnizado y reñido. Nada era nuevo: ni el paco, ni la base pasta, ni la coca, ni los barbitúricos. El proceso que podría haber estallado en efectos agradables, se torno una frustración paralizante.
En los cimientos excavados no hay más que barro y suciedad, no tenia sentido seguir bajando. Tal vez descendiendo mas descubriría que verdaderamente la divinidad se personifico en Judas y no en Jesucristo, Dina no sintonizaba en nada, nada podrá ablandar los frecuencias que trae del mundo viejo.
Dina estrenaba la sintonía de un nuevo mundo.

Su Michi le lamía los pies apenas de un modo peyorativo y se dormía junto a ella, en el vértice final de la cama.
Mientras: el efusivo verano se asomaba por la ventana. Una orquestal composición de olores: el de un budín de pan sosegado sobre una ventana vecina, mezclado con el calor de válvulas de escape y cremas bronceadoras de la muchedumbre; desfilaban hacia la apócrifa ribera.
Las damas se ejercían con delfinoterapia en las piscinas contiguas al mar. Los hombres surfeaban deslizando sus tablas encima de las salvajes oleadas caribeñas. Las mujeres más vetustas se lamentaban por las ronchas que les dejaba algún que otro jején.
“No te olvides que un erudito, no transitaría jamás por donde un estupido sale corriendo”


FIN


Más consumo de drogas en jóvenes - EDITORIAL – clarin diario- 2 enero 2007-

El aumento del consumo de drogas entre los jóvenes es uno de los problemas más graves de la sociedad argentina. Nuestro país aparece con el más alto índice de consumo de cocaína entre los estudiantes secundarios comparado con el resto de Sudamérica; por encima de otros, como Brasil y Colombia, en los que el narcotráfico tiene una penetración y asentamiento mayores.
En los últimos cinco años, según un reciente informe realizado por la ONU y la OEA, el consumo de cocaína entre escolares creció un 170% y el de pasta base más de un 200%. La proporción es mucho mayor en la población juvenil que está fuera del sistema educativo y que se encuentra más expuesta a un circuito de comercialización y consumo de estupefacientes que se ha diversificado y extendido.
El cuadro descripto delata la insuficiencia de los planes de prevención y las limitaciones del sistema educativo para contener y proteger a los jóvenes de los riesgos directos y colaterales de las drogas y sus consecuencias. Hay un deterioro de las capacidades para afrontar los desafíos de la vida adulta. También los vínculos afectivos, familiares y sociales resultan dañados y, en definitiva, toda la sociedad pierde recursos necesarios para mejorar las condiciones de vida y el desarrollo humano. La Argentina, durante muchos años considerada un país de tránsito de drogas, es ya desde hace bastante tiempo un mercado de comercialización y consumo. Las políticas públicas de prevención y lucha antinarcóticos deben ahora enfrentar la extensión del flagelo y redoblar sus esfuerzos para atenuar o revertir su impacto sobre los jóvenes.
El aumento del consumo de cocaína entre los jóvenes es uno de los problemas más graves que enfrenta la sociedad argentina, ya que compromete el presente y el futuro de una generación.
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LOS PERSONAJES:
EL Nombre de “DINA” fue inspirado de: La Biblia: cuenta, en Génesis 34, que Jacob vivía con su familia entre los jivitas, un pueblo pagano, pero pacífico. "Dina, la hija que Lía había dado a Jacob, salió una vez a ver a las mujeres del país. Siquem, hijo de Jamor el jivita, príncipe de aquella tierra, la vio, se la llevó, se acostó con ella y la humilló. Su alma se aficionó a Dina, hija de Jacob, se enamoró de la muchacha y trató de convencerla. Siquem dijo a su padre Jamor: "Tómame a esta chica por mujer". Génesis 34:1-4Los hijos de Jacob fueron a hablar con Siquem, que al parecer tenía verdadera devoción por la sometida Dina. Pusieron una extraña condición: que los jivitas se cortaran el prepucio Todos. "No podemos hacer tal cosa: dar nuestra hermana a uno que es incircunciso, porque eso es una vergüenza para nosotros. Tan sólo os la daremos a condición de que os hagáis como nosotros, circuncidándose todos vuestros varones". Génesis 34:14-15 La historia parece que va a acabar como una versión pacífica y positiva de Romeo y Julieta, pues Siquem convenció a todos los varones que se circundaran en una ceremonia masiva en su ciudad. Sin embargo, las intenciones de los hermanos eran otras y la historia no acabó nada bien para Siquem. "Pues bien, al tercer día, mientras ellos estaban adoloridos, dos hijos de Jacob, Simeón y Leví, hermanos de Dina, blandieron cada uno su espada y entrando en la ciudad sin peligro mataron a todo varón. También mataron a Jamor y a Siquem a filo de espada, y tomando a Dina de la casa de Siquem, salieron". Génesis 34:25-28. Cuando Jacob recriminó a sus hijos, replicaron ellos: "¿Es que iban a tratar a nuestra hermana como a una prostituta?"

El Nombre de la ABUELA HEDISA fue inspirado de: Ester", significa "estrella del este", en persa, y fue una huérfana judía que llegó a ser la Reina de Persia, y por su intercesión, el pueblo judío fue salvado de su extinción total, programada por el malvado Amán para que se realizara en un sólo día, ¡el día 13 del mes 12 de Adar... su nombre judío era "Hedisa", "mirto
El nombre del novio IRENEO fue inspirado del nombre del sacerdote de los años 100. San Ireneo de Lyon
Todos los personajes tienen cierta vinculación en algún punto con las actitudes, destrezas, formas de vida, etc., algún hecho en particular que los vincula con personajes de los nombres inspirados